29/7/08

Desconfianza

Desconfianza;

De lo que veo
Oigo,
Siento…
O huelo.

Del escuchar
Incluyendo el deslumbrar...

No me fío de lo más mínimo.

Su'

Caminar

No mires el horizonte,...
El destino
O los siguientes pasos.

Mira tus propios pasos,
Elementos que te rodean,
Sentiendo los sonidos del momento…
El ahora.

Sin la curiosidad
Ni el miedo,
Podrás apreciar lo que hay,
Sin perderte en lo que vendrá…

Escucha la respiración del latido de tu propio corazón.


Su'

26/7/08

El Credo del Samurai

No tengo parientes
Yo hago que la Tierra y el Cielo lo sean.
No tengo hogar
Yo hago que el Tan T'ien lo sea.
No tengo poder divino
Yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo medios
Yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder magico
Yo hago de mi personalidad mi poder magico.
No tengo cuerpo
Yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos
Yo hago del relampago mis ojos.
No tengo oidos
Yo hago de mi sensibilidad mis oidos.
No tengo extremidades
Yo hago de la rapidez mis extremidades.
No tengo leyes
Yo hago de mi auto-defensa mis leyes.
No tengo estrategia
Yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas
Yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.
No tengo milagros
Yo hago de las leyes correctas mis milagros.
No tengo principios
Yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.
No tengo tacticas
Yo hago del vacio y la plenitud mis tacticas.
No tengo talento
Yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos
Yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos
Yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura
Yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo
Yo hago de mi mente inamovible mi castillo.
No tengo espada
Yo hago de mi No mente mi espada.

EL CAMINO DEL GUERRERO
Los samurais

14/7/08

AL SOLDADO DESCONOCIDO

Allí tu madre gime, con el dolor creador.
Empuja como un gigante que arrastra una montaña.
Cincela el hecho repetido, de fuego y milagro.
El alumbramiento.

Y creces luego en muchas llanuras de la historia,
y en el largo pulmón de las geografías:
En Roma.
Mozambique.
El Cuzco.
O las iridiscentes islas de la Polinesia.
Mucho sol aviva los alimentos
que le regalan vigor y crecimiento a tus músculos.
Con latidos obnubilados de espanto, saltas,
como todos,
dentro de las penumbras del terror infantil.
Y no evitas el asombro ante un crepúsculo,
o frente a los últimos velas del día.

Eres joven.
Y sufres el tumulto con los padres,
el miedo ante los inciertos muelles del futuro;
la avidez por adquirir una identidad,
con la solidez de las piedras.
Pero luego del fiordo brusco de los primeros años,
contemplas las torres del horizonte.
Allí, se erizan las colinas donde debes decidir tu camino,
entre los desfiladeros de la vida.
Mas entonces, el vientre de la noche se parte.
La tierra se agrieta.
Las rocas saltan entre aullidos de clarines.
Es la guerra.
Que viene por ti.
Al principio, sólo quiere tus manos,
para empuñar la espada o el fusil.
O tus piernas para correr en una caótica carga.
O tus ojos para distinguir el uniforme enemigo,
y clavarle tu bayoneta.

Y tus jefes tampoco quieren saber tu nombre.
A nadie importa la música de tus sueños,
o tu derecho a la bahía sosegada de la vejez,
o a la paternidad y las risas de los hijos
bailando en derredor de ti.
Nadie quiere saber de tu hogar,
de la primera lluvia
que dibujó arroyos de cielo en tu piel.
Sólo te ordenan que renuncies
al jardín de la tierra.

Y el cañón ruge.
Para aplastar tus últimas visiones
de los campos sembrados.

El poder se crea con estallidos.
No con suaves llanuras.
Y el fuego del cañón, los escupitajos de la metralla,
exigen ya la carne desmembrada,
los rostros desfigurados,
el alimento para las batallas.
Es necesario tu cuerpo
que combate sin nombre.

Y a la primera línea te lanzan.
Hacia la trinchera,
o la playa o la fortaleza adversaria.
Y las dagas zumbantes de las balas,
el metal letal de los cañones,
recorren lo que te dio tu madre.
Balaceras y cañonazos atraviesan el vientre
que conoció los alimentos
cosechados por la tierra y el sol.
Y se revientan tus ojos
que contemplaron la luna encendida
de la primera mujer desnuda.
Se te despedazan las piernas
que recorrieron los caminos de polvo de la aldea,
o la coraza de asfalto de las ciudades.
Te estalla la cabeza.
Se acalla el tambor de tu pecho.

Y desde la distancia, todo lo observan los que no combaten.
Los que usan la guerra: los burocráticos generales de salón; los políticos tejedores de alianzas e intrigas; los adinerados apoltronados en su trono de manipulación y dinero.
Todos vieron u oyeron, el último huracán devastador de la batalla.
Pero nadie se lamenta por la vida desperdiciada.

Y las humaredas arden todavía.
Tu figura, antes una, individual,
ahora se mezcla con las partes de otros seres.
Y nadie sabrá nunca tu nombre.

filosofia samurai

Joven Samurai. Si cuando te presentes a un adversario tu ropas están cuidadas, tu aspecto impoluto, tu animo es tranquilo y seguro, tu mirada es franca y directa. Vacía de odio y penetrante. Y si las primeras palabras que surgen de tu boca lo hacen con tono seguro, pausado y firme. Darás la impresión al enemigo de que tu seguridad es firme como una roca, que estás tan seguro de ganar la batalla que harás que tu contrincante se ponga nervioso, pensará que eres mucho mejor que el y tendrá miedo de perder. En ese momento, cuando consigas que tu enemigo esté en desventaja moral frente a ti, habrás ganado la batalla, pues como me dijo mi padre "Al enfrentarse a muerte, el que está listo para morir sobrevivirá, mientras que el que quiere vivir a toda costa morirá"

Habla el solitario

¿Tener yo pensamientos?
¡Bueno! ya sé que por señor me quieren.
¿Pero hacerse uno mismo pensamientos?
¡Cuan gustoso olvidara yo tal arte!
A aquel que se fabrica pensamientos
Sus mismos pensamientos lo dominan;
Y yo no quiero servir ahora ni nunca.
Nietzsche

2/7/08

Deseo de ser piel roja [Miguel Morey]


"Si uno pudiera ser un piel roja, siempre alerta, y sobre un caballo que cabalgara veloz, a través del viento, constantemente estremecido sobre la tierra temblorosa, hasta quedar sin espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta perder las riendas, porque no hacen falta riendas, y que en cuanto viera ante sí el campo como pradera rasa, hubieran desaparecido las crines y la cabeza del caballo."
Franz Kafka, Wunsch, Indianer zu werden
[nuevas lecturas, ...Miguel Morey catedrático de filosofia]